Brandolini, la simetría diabetes vs trabajo

Ya sabéis que me gustan las analogías, las comparaciones.

Hoy vengo con una bastante personal.

Cuando te diagnostican diabetes, la montaña parece enorme.
La sensación de incertidumbre y de estar viviendo un espejismo es muy grande. Te ves iniciando un camino, que no sabes muy bien hacia dónde ir ni cómo hacerlo.
En algunos casos, tenemos la suerte de tener un equipo sanitario que te ayuda, que confía más en ti que tú mismo.
Pero el destino nunca está claro.
Ves el horizonte, pero siempre está alejándose, nunca lo alcanzas.

En este año 2022, en el que he cumplido 18 años después desde el diagnóstico, sobrevivo como soldado de fortuna (como el equipo A).

Laboralmente, pasa algo parecido.
Cuando empiezas a trabajar en un sitio nuevo, todo te parece enorme, necesitas aprender muchas cosas muy rápido, no ves claro dónde quieres acabar y el horizonte parece difuso.
Este año también se cumplen 30 años desde que tuve mi primer contrato laboral.

Y sigo viendo un horizonte incierto, que nunca acabo de alcanzar.

He vivido un poco de todo, en ambos mundos: satisfacciones, crisis, alegrías, decepciones, ni fu ni fa…
Pero soy un afortunado.
O eso creo.
Tengo un equipo sanitario de primer nivel que me ayuda con mi diabetes, disfruto de la máxima tecnología posible y no tengo complicaciones (toco madera).

Pero me gustaría no tener diabetes.

Tengo un trabajo estable, un sueldo pero que me permite vivir sin agobios (hasta ahora) y a veces, tengo la oportunidad de participar en proyectos de difusión o formativos que me gustan.

Pero me gustaría no tener que trabajar.

Y es que ambos mundos tienen cosas malas y cosas muy malas.
Pero especialmente grabadas se te quedan las personas.
Las malas, quiero decir.
Y de esas he tenido que sufrir algunas durante esos 30 años.
Porque te hacen perder el tiempo.
Porque te quitan mucha autoestima.
Porque Brandolini tenía mucha razón con su principio de asimetría de la estupidez:

«La cantidad de energía necesaria para refutar ‘bullshit’ (falsedades, estupideces) es un orden de magnitud mayor que la necesaria para producirlo».


Y para alguien sin un especial talento, como yo, le hacen mucho daño.
Porque me cuesta hacer las cosas de una manera excelente.
Y porque me obliga a mantener un cierto buen humor, porque las personas que me rodean no tienen ninguna culpa.

Ojalá todas las cosas sólo dependieran de mí, pero ni en diabetes ni el trabajo tengo todo el control.